Este es un post invitado de Enara Ruíz. Resa Manuel Agud Querol – Donostia
Aún recuerdo mi primer día como universitaria como si fuera ayer.
Me moría de ganas por empezar a llevar las riendas de mi vida por mi cuenta, pero mientras veía a mis padres alejarse me temblaba todo el cuerpo, así que no me quedó más remedio que asumir que ahí empezaba una nueva etapa de mi vida. Cogí la última de la infinidad de maletas que había traído y subí a mi habitación para conocer a la que ha sido mi mejor amiga desde entonces.
Ella acababa de llegar también y aún no habíamos tenido la oportunidad de presentarnos debidamente. Y mientras que las dos acabábamos de recoger empezamos a conocernos. Tener una compañera de habitación me ha ayudado mucho durante mi primer año, sobre todo en los primeros meses, hacía que no me sintiera tan sola y perdida. Cuando ya habíamos acabado con la mudanza comimos algo y nos fuimos a dormir, ¡menudo alivio al comprobar que ella no roncaba!
Al día siguiente no tenía clase aún así que lo dediqué a explorar Donosti y volví a “casa” a media tarde sin haber comido aún porque estaba embobada con cada rincón de mi nueva ciudad. Cuando llegué Alba, Alga para los amigos, acababa de llegar de clase y mientras me lo contaba como le había ido no hacía más que hacerme desear que mi primer día de clase llegase ya. Recuerdo que después estuvimos un rato cada una a lo nuestro hasta que llegaron nuestros “veteranos” a animarnos a que nos uniéramos a un grupo de WhatsApp para hacer quedadas y conocer al resto de la gente de RESA. Y por su puesto ninguna de las dos dudó un solo momento en darles nuestro número de teléfono.
Aquella misma noche nos invitaron a coger algo de cena e ir a un parque a hacer una actividad para conocernos.
Estábamos todos sentados en círculo nerviosísimos y con ganas de empezar. A Alga le tocó como prueba hacer dos tortillas de patatas para el día siguiente con otros dos miembros del grupo, pero al final acabamos más de cuatro haciendo las tortillas dichosas que quedaron asquerosas, pero lo pasamos genial y a partir de ahí empezaron todas nuestras aventuras: jueves universitarios, viajes con la resi, martes de cine, algún que otro jueves de pintxopote… Y antes de que nos quisiéramos dar cuenta, en vez de quedar para ir a cenar al montaditos ya estábamos quedando para estudiar para los exámenes de enero.
Ha sido un curso duro, no os lo voy a negar, pero la posibilidad de embarcarme en un montón de proyectos en la uni, toda la gente que he conocido desde Septiembre y cada día que he vivido desde que empezó el curso no lo cambio por nada.